REBELIÓN ESTUDIANTIL Y POPULAR EN 1962
Factor Méndez Doninelli
La historia del país guarda pasajes de lucha popular que la memoria colectiva debe rescatar. Uno de ellos tiene lugar en 1962, durante el régimen del General Miguel Idígoras Fuentes. En esos días, se vivía una situación política, social y económica complicada, el gobierno desprestigiado por varias razones: Fraude electoral, corrupción, nepotismo, crisis económica, represión e impunidad. Por otra parte, la lucha armada estaba en desarrollo -luego del levantamiento cívico militar del 13 de noviembre de 1960- y había rechazo a la decisión del gobierno de prestar el territorio nacional para que la agencia central de inteligencia estadounidense CIA, entrenara a mercenarios y cubanos contrarrevolucionarios, que más tarde fueron derrotados, durante la fracasada invasión a Cuba por Bahía Cochinos ese año.[1] Además, un contexto regional e internacional marcado por el triunfo de la Revolución cubana en 1959, el endurecimiento de la política estadounidense de guerra fría y el inicio de la Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina.
En ese contexto ocurre la rebelión popular histórica de marzo y abril de 1962, encabezada por jóvenes estudiantes de secundaria de establecimientos públicos y de la Universidad de San Carlos. Los acontecimientos sucedieron a partir del 1 marzo 1962, cuando una protesta estudiantil salió de la antigua Facultad de Derecho, -donde ahora se localiza el MUSAC,- hacia el Congreso de la República para repudiar el fraude electoral que instaló una nueva legislatura.
La revuelta se originó en ciudad Guatemala pero se extendió a Quetzaltenango, San Marcos, Chiquimula, Retalhuleu, Escuintla. A la lucha en contra del régimen militar, se sumaron amplios sectores de población, organizaciones sindicales, magisteriales, gremiales, profesionales, de mujeres y partidos políticos. Miles de pobladores se tomaron las calles y durante semanas, junto a los estudiantes, se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, policías, ejército y paramilitares. Las batallas callejeras se multiplicaron y con ellas las barricadas. El comercio, centros educativos, trabajadores, maestros paralizaron actividades, la huelga general se extendió.
El gobierno reprimió y lanzó a la policía, el Ejército y a paramilitares en contra de la población. Pronto hubo centenas de capturas y allanamientos, decenas de muertos y heridos víctimas de los esbirros del régimen de Idígoras Fuentes. Para sofocar brotes de resistencia, contener el empuje de la lucha y el descontento creciente por la corrupción del gobierno, se decretaban Estados de excepción. Ese estilo clásico de gobernar de las dictaduras militares, se sigue imitando, incluso por gobiernos civiles de la actualidad.
Dos frentes estudiantiles condujeron esa rebelión popular; por una parte, el Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado FUEGO, la organización emblemática de pos primaria, vigorosa, combativa y antiimperialista y, por la otra, la Asociación de Estudiantes Universitarios AEU, con amplio respaldo popular. Recuerdo a algunos de los dirigentes de secundaria que más tarde fueron asesinados o desparecidos: Carlos Toledo, Edgar Ibarra, Rodolfo García, Nils Coronado, Vicente Calvillo, Ricardo Berganza, Carlos Ordoñez, Lidia Lucero, Leonardo Castillo, militantes de la Juventud Patriótica del Trabajo JPT y destacados cuadros revolucionarios.
Evocar 48 años después esas jornadas patrióticas, es rescatar la memoria histórica de hechos sobresalientes, sucedidos durante incontables luchas populares que en contra de las dictaduras tiene acumulado el pueblo.
[1] Fueron entrenados en Retalhuleu en la finca Helvetia, propiedad de Roberto Alejos Arzú, quien con el beneplácito del Presidente Idígoras Fuentes, prestó sus terrenos para el entrenamiento militar de los mercenarios.
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