viernes, 30 de abril de 2010

En verdad amigo mío

Saludos, una pequeña carta de solidaridad
                                                   viva el 1 de mayo
viva la clase trabajadora
Viva y perviva Antonio Ovando Sánchez

En verdad amigo mío, no creo que nosotros podamos cambiar el mundo.

Basta con mirarnos, somos débiles, temerosos.

Nos acongoja el corazón dejar de pensar en el beso. La cárcel se nos hace monstruosa, como monstruosas las balas y la tortura.

No somos gente que tenga dinero. Siempre andamos contando los centavos de los bolsillos. Andamos con ganas de cantarle un rosario al chofer de la camioneta que no nos dio el cambio. Con ganas de recordarle la genealogía al burócrata que se siente presidente. Con ganas de meterle por el culo la pistola al policía que nos roba y nos amenaza.

Andamos siempre pues, con las ganas de que la cosa se mejore. Que suban los sueldos, que cambien el transporte, que hagan unas pasarelas, porque ahí anda uno librándose de los niños ricos y su coches super modernos en un país que… (¿Guatemala es nuestro país? O como dirían ¿Guatemala es nuestra hacienda? O simplemente para nosotros, ¿Guatemala es la hacienda del patrón, que generosamente nos deja vivir mientras le seamos dóciles y creyentes? Y por tal tenemos que soportar al abusivo de su hijo) se muere de hambre, pero sobre un pueblo que se muere de autoolvido.

Siempre andamos descubriendo que hay más genocidas de los que creíamos, que hay aprendices de los mismos y se van multiplicando.

Nos gusta mirar los atardeceres, aunque sea desde la ventana de una camioneta que están por asaltar. Nos gusta ver la piel de las muchachas y hacernos la ilusión de trazar caminos en ella. Nos gusta sentir eternos a los nuestros, saber, que nunca nos van a hacer falta. Nos gusta reírnos y un poco el relajo.

Nosotros con nuestro miedo, porque también somos cobardes. No amigo mío, ser cobarde no es un delito. Porque la cobardía está incrustada de algún modo en la sobre vivencia diaria. La cobardía es una buena consejera, pero también sabes, como yo lo sé, que hasta la cobardía se cansa que la anden azuzando y entonces, que se cuiden ellos de los cobardes envalentonados… o para decirlo de otro modo, que se cuiden ellos de los nadies que aprenden a nombrarse.

Yo hablo de vos y yo, pero cuando recorro lo ciudad me doy cuenta que somos miles, y quizá, no más porque no llego a contar, somos millones. Somos hormigas, un chingo de hormigas de un lado para otro. Ahí va una con un maletín negro, ahí va otra con su canasto de frutas, el chofer de la camioneta, el lustrados, la señora vendiendo loganizas, el albañil con una cruda de Dios me libre. Ahí la mediocre hormiga de corbata, que se cree águila sólo por trabajar en Telefónica o Paiz, ahí la hormiga vendida que traiciona al compañero, ahí van miles, millones de hormigas, temerosas, mirando para atrás y a los lados. Nos da miedo que alguien nos toque. Nos dan miedo los abrazos…

Somos como hormigas, te digo amigo mío, pero no somos hormigas, porque en nosotros prevalece el egoísmo, la traición, la desidia, la conformidad y el me vale madre todo esto.

Somos obreros, obreros sucios e ignorantes*, de los grandes hacendados que ahora son grandes empresarios y dueños de las mejores tierras, ahí van ellos a sembrar, no maíz, ni trigo, mucho menos avena o frijol, van a sembrar los cimientos de los supermercados, bodegas de los gringos y los europeos y los asiáticos… Cuando digo esto de gringos, europeos y asiáticos, no generalizo, porque también son mafias que se transan al pueblo, es decir a las hormigas o a los obreros.

No maestro, nosotros, es decir vos y yo no vamos a cambiar el mundo, pero si todos los obreros un día se rebelarán y pensarán, siquiera por pensar que tienen derecho de ir en coche, que tienen derecho de entrar a comprar y salir con cinco o diez bolsas llenas de comida, que tienen derecho a reclamar su sueldo completo, que tienen derecho de darle una bofetada, una patada, un chingadazo, un vergazo o gran talagüashtazo a los patrones de siempre, a la vieja mierda del terrateniente, al hijo abusivo de los mismos. Si un día pasara esto, de seguro amigo, no lo dudo, nos sumaríamos y entonces… entonces veríamos de qué madera está hecha la marimba, o mejor dicho; de que maíz es la tortilla.

Me despido amigo mío, buscando en el calendario el día preciso para saludarnos en las calles junto a todos los que por ahora no somos.

Salú.
Estuardo Álvarez

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