Claudia Samayoa, durante la entrevista ayer en la Casa de América
POR CARMEN MUÑOZ
MADRID. En Guatemala, Honduras y El Salvador los asesinatos de mujeres superan a los de la violenta Ciudad Juárez (México), según la defensora de derechos humanos Claudia Samayoa. Pero en El Salvador, Honduras y México, «hay más Estado que responde», a diferencia del débil gobierno del izquierdista Álvaro Colom, que «no logra abordar la problemática», apunta la coordinadora de la Unidad de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos de Guatemala (Udefegua). Esta ONG acompaña a los defensores amenazados. Aunque ella misma encontró aceite entre los pedales de su coche en febrero.
La filósofa y activista (Ciudad de Guatemala, 1967) intervino ayer en el seminario «Feminicidio e impunidad en América Latina: Caso de Guatemala», organizado por la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos y la Casa de América, en la antesala de la cumbre entre la UE y la región el próximo mayo en Madrid. Dirigentes de asociaciones de mujeres reclamaron ayer la presión política europea para que el gobierno guatemalteco «asuma la responsabilidad como copartícipe y cómplice» de esta violencia.
El feminicidio salió a la luz en Guatemala como «fenómeno muy fuerte» en febrero de 2001, con el macabro hallazgo de los cadáveres de trece mujeres, mutiladas y desmembradas, en toneles, relata Samayoa entrevistada por ABC. Entonces el presidente Alfonso Portillo -hoy en la cárcel acusado de corrupción- llevaba un año en el poder. Con él se produjo «el retorno al Ejecutivo del crimen organizado y un retroceso en los avances de los acuerdos de paz, en los que las mujeres fueron parte activa». Las mujeres asesinadas eran hasta entonces sólo el 1% de las muertes violentas. Salvo en el paréntesis de la guerra civil (1960-86). Ahora son el 9%. De 279 casos en 2001 se ha pasado a 772 en 2009, señala la activista, de la que responsabiliza al Estado por su «permisividad e impunidad». «No es sólo que maten mujeres, sino que hay un fenómeno de impunidad que permite que sean asesinadas», añade.
De ese 9% de feminicidios, «en un 40% de los casos había denuncias previas por violencia doméstica», en una sociedad «machista» como la guatemalteca. Mientras que el 10% se produjo en el contexto del crimen organizado y la delincuencia común, al 50% restante «las han matado sólo por el hecho de ser mujeres».
«Era una prostituta»
Claudia Samayoa reconoce que a partir de 2005 se produce un «momento crítico», con la «ruptura de barreras ideológicas», que culmina con la aprobación en 2009 de la Ley contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia. Entre otras cosas, «se ha tipificado como delito el feminicidio» y se persigue al fiscal, policía, juez o forense que no cumple con su trabajo al investigar el asesinato de una mujer. Ya no basta con dar carpetazo al caso con la afirmación de que «era sólo una prostituta porque llevaba las uñas pintadas, sandalias o una joya».
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