Los pasajes de “La Isla” me golpearon.
Por: Miguel Ángel AlbizuresHace pocos días junto a otros y otras periodistas, vimos la película La Isla, Archivos de una Tragedia, que pronto presentarán en el Teatro Nacional, como parte de una muestra de cine. Ojalá y circule por diversos cines y departamentos del país, porque nos reta a no olvidar, a no borrar las huellas de la violencia política que asoló al país y que sigue provocando víctimas.
¿Por qué en este país queremos borrar la historia de muerte?, ¿por qué no somos capaces de enfrentar nuestro pasado?, ¿por qué creemos que con no ver, el pasado desaparecerá como si no hubiera ocurrido? La Isla nos remonta a ello con una crudeza escalofriante, que en algunos momentos nos da cólera por el grado de impunidad con que sucedieron los hechos, y en otros nos hace brotar lágrimas por los relatos o testimonios de víctimas que sobrevivieron quién sabe cómo a la persecución, al secuestro, a la cárcel o al atentado certero que, en esas y otras épocas, se ha acostumbrado.
No puedo negar que los pasajes de La Isla me golpearon, me enmudecieron, porque a la vez que nos muestra lo que hay en los archivos de la antigua Policía Nacional, esa historia se convierte en un grito de los que no han tenido voz, de aquellos que, como el patojo Rolando, porque es un patojo aún, después del asesinato de su padre, estuvo en la cárcel en el vientre de su madre que había sido detenida y conducida embarazada a las mazmorras carcelarias. Por mí pasó la imagen del niño y las niñas que, sin saber ellas por qué, llegaron al exilio a México para seguir viviendo como pudieran; ellos me protegieron de la soledad y yo les protegí en lo que pude. Hoy son mujeres con hijos que han superado los estragos de la represión y el exilio, y él llegó al archivo en donde encontró parte de lo que sucedió a su padre y a su madre, poco tiempo después que lo engendraran.
La Isla, del cineasta Uli Stelzner, es una denuncia que conmueve, que nos muestra el pasado macabro que vivimos, y reafirma que no puede haber olvido. La Isla me transportó de inmediato a lejanos tiempos y me hizo pensar el por qué, no sobrevivió la Penitenciaría Central y la Tigrera de ingratos recuerdos, si por esos pasillos y esas bartolinas pasaron miles de guatemaltecos que se oponían a las dictaduras y a la injusticia social. ¿En dónde estarán las historias macabras de esos centros?, ¿contendrá parte de ellos el archivo de la Policía Nacional? Menos mal que no han decidido destruir el Palacio que tiene su propia historia y que, si nos descuidamos, taponean los túneles y borran las huellas del trabajo forzado y de las decisiones de muerte que de ahí emanaron.
Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/
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