jueves, 8 de julio de 2010

Guatemala: Verapaces: la paz amenazada


Verapaces: la paz amenazada

Nadie controla a las policías privadas.
Helmer Velásquez
Es la Alta Verapaz y áreas circunvecinas, una zona abigarrada de historias, que acuden desde las reseñas de la pacificación religiosa, a la resistencia y el  heroísmo de sus pueblos  Q’eqchi’,  Achí y Poqomchi’, frente a la agresión liberal del Siglo XIX, que declaró baldías sus tierras y con ese artilugio, las cedió “legalmente” a migrantes alemanes y a grupos de milicianos, dejando núcleos baldíos a indígenas de la zona, intentando bajar nivel a las tensiones surgidas frente a la usurpación.

Esta “estrategia” de “desarrollo” basada en la usurpación y reducción de los contingentes poblacionales a la esclavitud, se legalizó bajo la figura del colonato. Deformación histórica basada en la injusticia y la opresión. Atrofia heredada que imposibilita el desarrollo de la zona, e inviabiliza la conciliación, la armonía y la paz social permanente.  La resistencia sorda de los usurpados, asume expresiones que se detonan cíclicamente en la figura de conflictos en torno a la tenencia, uso y propiedad de la tierra.

Las cifras son relevantes: en 2008 la Secretaría de Asuntos Agrarios registró en Alta Verapaz, 467 casos, 84 por ciento de los cuales se refiere a disputas de derechos y “ocupaciones”. La mayoría de estas últimas son –en realidad– reclamaciones de orden laboral. La tenencia de la tierra es tan desigual como en el resto del país: el 15 por ciento de los productores detenta 70 por ciento de la tierra productiva. Las consecuencias son obvias: la pobreza extrema sobrepasa el 40 por ciento de su población. Están presentes en las Verapaces, –y aceleran el conflicto– otros intereses como petróleo, madera, caña, palma de aceite, hule, agua y energéticos. Aderezados por la forma en que se administran las áreas protegidas que contienen en su seno a poblaciones que las habitan mucho antes de la declaratoria de protección y cuyos derechos son un verdadero limbo jurídico, que las aleja de los servicios del Estado.  

La endeble paz de las Verapaces está amenazada. Nadie controla a las “policías privadas”, que acosan a los campesinos indígenas, protegiendo intereses foráneos acompañados de “servidores sociales” que, al amparo de fundaciones privadas, intentan reeditar la conquista pacífica, imposible a estas alturas de la historia. Ahora mismo en el vecino Estor, indígenas  Q’eqchi’, resisten a guardias privados que, al servicio de la Finca San Miguel Otoxjá, pretenden desalojarlos de su tierra histórica. Solamente la Procuraduría de Derechos Humanos se ha hecho presente. Copredeh, en un hecho lamentable, los califica de usurpadores, sin visitar el lugar. Es deber del Estado garantizar los derechos de los campesinos Q’eqchi’, Poqomchi’ y Achí.
Fuente: www.elperiodico.com.gt

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