jueves, 31 de diciembre de 2009

50 años de la primera nochebuena revolucionaria

31-12-2009


50 años de la primera nochebuena revolucionaria

El arte tras la memoria

Mabel Machado
La Jiribilla

Me hablaron de una posible visita a la Ciénaga de Zapata y enseguida
pensé en tres hombrecillos a quienes hace un año y medio, mis amigos y
yo bautizamos como "los enanitos". Los hermanos Escandel, cuyas
arrugas hacen solas el relato del duro trabajo del carbón, son la
primera imagen que conservo de aquella tierra de pantanos. Recuerdo
que dijeron: "antes del ´59 estábamos en el mundo como los perros"; y
luego nos contaron lo que ha sido de su tierra gracias a la
Revolución.

La Ciénaga apareció en los libros de Historia de Cuba después del
triunfo de los rebeldes, cuando mercenarios yanquis quisieron invadir
la Isla por la playa que ellos llamaron Bahía de Cochinos. Girón,
abril de 1961, la organización del pueblo en milicias, la derrota del
enemigo en 72 horas, se convirtieron en tatuaje inconfundible del
socialismo cubano. Desde ese momento, todos sabrían de la península
matancera, pero desde mucho antes, algunos de los barbudos ya se
habían interesado por el lugar y sus moradores, posiblemente las
personas más humildes de todo el territorio nacional.

En el año inaugural de la Revolución, el entonces Primer Ministro
Fidel Castro, visitó la zona varias veces. El 24 de diciembre se
encontraba en la Laguna del Tesoro analizando las posibilidades de
explotación de aquel sitio como destino turístico y discutiendo
proyectos para la canalización y desecación parcial de la Ciénaga.
Antonio Núñez Jiménez -quien más tarde presidiría la Academia de
Ciencias de Cuba- narró parte de las memorias de aquel día:
"En esos trajines, entre mapas y papeles, nos sorprende el atardecer.
-¿A dónde vamos? - es la pregunta que surge de cada uno de los que
acompañamos al Jefe de la Revolución.
-Con los carboneros, a cenar con ellos- es la respuesta." [1]
Horas después, con viento de aspas y luces que superaban mil veces al
tímido resplandor de las chismosas de los bohíos, un helicóptero
"revolvió" los terrenos de Soplillar. El sitio sería testigo de la
primera Nochebuena revolucionaria. Los anfitriones de aquel festín
quedarían por un rato perplejos e inertes, porque ninguno sabía quién
vendría a reunirse con ellos. "Cuando quizá muchas personas pensaron
que Fidel iba a pasar la Nochebuena en su casa, o en un club social,
vino a donde estaban las personas más humildes del país", apunta a la
luz de nuestros días el presidente de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba, Miguel Barnet
Han pasado 50 años de aquel alivio de oscuridad que trajeran los
revolucionarios a este sitio donde se dan bien los árboles maderables
llamados soplillos. Los vecinos no han dejado de juntarse para
conmemorar cada aniversario del suceso, que está marcado en el lugar
con un modesto monumento en forma de estrella blanca colocada por
ellos mismos. Pero el paso de media centuria por aquellos predios y
por la inolvidable historia, debía festejarse de un modo especial: la
Brigada Martha Machado, una tropa de artistas liderada por el pintor
Alexis Leyva (Kcho), se encargaría de hacerla diferente.

Los "trotamundos", que inspirados en las ideas del propio Fidel
comenzaron su periplo por Cuba irradiando arte en los lugares
afectados por los huracanes de 2008, llevaban ya varios meses
"plantados" en la Ciénaga de Zapata. Este diciembre un campamento
asentado justo en el lugar donde descendieron Celia Sánchez, Pedro
Miret y Antonio Núñez junto con el Comandante el 24 de diciembre del
59, fue el hogar de los brigadistas, que se entregaron a la
construcción de un museo-biblioteca para preservar la memoria de ese
día. Además de esas faenas, la estancia en la Ciénaga comprendió la
presentación de los propios artistas en los poblados cercanos.

Las viviendas de los campesinos Carlos y Rogelio, levantadas con yagua
y guano por los embajadores de la Misión Victoria, quedaron casi
idénticas a las originales. No dejan margen a la duda las fotografías
de Raúl Corrales que penden de las paredes, sobre las sillas y las
camas de sacos, entre los platos y las palanganas donadas por los
habitantes de Soplillar. De los retratos quieren salirse los ojos de
Jesús, un niño de unos cortos cinco o seis años que no alcanzaba a
darse cuenta de cuán trascendental sería ese hombre uniformado que
había llegado inesperadamente a su hogar.

Cuando hablé con Jesús Méndez el 24 de diciembre de 2009, me dijo:
"con el paso del tiempo entendí quién es Fidel y lo que representa
para los que éramos pobres en Cuba; con el tiempo, me di cuenta de que
por la Revolución había que darlo todo".
Soplillar es también la cuna de Nemesia Rodríguez Montano, la niña a

quien las bombas del 61 arrebataran la madre y el hermano, motivo que

inspiró el poema "Elegía de los zapaticos blancos", de Jesús Orta

Ruiz, el Indio Naborí. Nemesia no estuvo en la cena revolucionaria;
pero recuerda que a su padre le avisaron y se fue corriendo hacia las
casas de Rogelio y Carlos.

En uno de los bohíos reconstruidos por la Brigada Martha Machado,
encontré, la tarde de la cena, a Lucía Rodríguez, una de las hermanas
de Nemesia:
- "¿Qué le sugieren estas fotos?" -le pregunté.

- "Muchos recuerdos, mucha emoción. En la Ciénaga somos pocos -me dice
mientras señala a una mujer en una de las instantáneas- Pilar, la
esposa de Rogelio, era mi prima y ya no está. Pero, ¿quieres que te
diga la verdad? Lo que más me impresiona es ver a Celia, porque hablar
de ella es igual que hablar de mi mamá."
Revivir a la heroína de la Sierra provoca un ahogo de llanto en Lucía;
Celia se preocupó porque las hermanas estudiaran y salieran adelante y
ella se siente agradecida. Ahora esta mujer, quien ha participado en
la reconstrucción de los bohíos junto con los artistas, considera que
"lo que ha hecho Kcho es lo más grande de la vida" y espera con ansias
un libro que dice, ha enviado Fidel para la nueva biblioteca.

En la sala de lectura, construida solo a unos metros de las otras
casas, hay textos de artes y literatura general, enciclopedias, y
hasta tomos de medicina. Las especialistas de la Biblioteca Municipal
que fueron a ayudar a colocar los libros, confiesan que su centro no
tiene fondos tan bellos y preciados como estos. En la entrada del
local, junto a un breve inventario de los árboles del lugar, se lee en
grandes caracteres: "?Gracias Fidel!". Es el título de una décima que
compuso y cantó el guajiro Pablo Bonachea el día de la cena carbonera
con el Comandante:

"Ya tenemos carretera
gracias a Dios y a Fidel
ya no se muere la mujer
de parto por dondequiera
ahora sí es verdadera
nuestra cubana nación
ya los hombres del carbón
jamás serán explotados
porque a Cuba ha llegado
esta gran Revolución (.)"

En 2009, Francisca, la mujer de Carlos, asiste a la Nochebuena que
preparó la Brigada Martha Machado, "para que los viejos recuerden y
los niños tengan una visión de aquella época", como explicara Kcho. La
memoria de Francisca ya le falla, pero su hijo Jesús se conmueve
cuando ve al pueblo reunido alrededor de las largas mesas de madera y
a los niños de La Colmenita viviendo en casas de campaña y actuando en
la noche para llevar alegría a esos lugares lejanos.

En 2009, el 24 de diciembre, los repentistas Guambín y Guambán del
Conjunto Palmas y Cañas, el humorista Carlos Gonzalvo, los bailarines
de Café con Tap, el trompetista Yassek Manzano, los pintores Ernesto
Rancaño y Sandor González, los deportistas Estela Rodríguez y Agustín
Marqueti y muchos otros emisarios de la cultura, marcaron el corazón
de la Ciénaga de Zapata; esa virgen raptada por el triunfo
revolucionario en sus playas, ese lugar inmenso donde La Habana cabe
seis veces, pero donde la tierra, severa para el trabajo, no deja
retener a los hijos. Entre los nueve mil habitantes del municipio más
grande de Cuba todavía hay quienes, como los hermanos Escandel, no
sabrían cómo escribir el nombre de Kcho. Sin embargo, casi todos dan
fe, agradecidos, de esa revolución de vida que ha experimentado la
Ciénaga después de 1959. Los vecinos de Soplillar, no olvidarán, como
uno de los grandes sucesos de estos 50 años, la Nochebuena carbonera
con la Brigada Martha Machado ni las peñas, bailables, talleres,
murales y serenatas que desde enero vienen alumbrando sus casas.

--------------------------------------------------------------------------------
[1] Testimonio aparecido en el libro En marcha con Fidel, que se
reproduce en una de las
paredes del memorial que reconstruye los sucesos de la noche del 24 de
diciembre de 1959.

No hay comentarios:

Publicar un comentario